El día 25 del mes en curso, por motivos de la vigésima octava
entrega del Premio Nacional de Literatura José Fuentes Mares, se presentó en el
Auditorio Gracia Pasquel la obra Su
Alteza Serenísima, del mismo Fuentes Mares, bajo la dirección de Perla de
la Rosa a cargo del grupo de teatro Telón de Arena.
Se divide la obra en tres actos o escenas en las que aparecen
solo cinco personajes: Santa Anna (presidente), Lola (esposa de Santa Anna), Jiménez
(secretario del presidente), Petra (criada) y William H. Wharton (enviado del
gobierno norteamericano). El espacio es único, toda la trama se lleva a cabo en
la sala de la casa del presidente y sucede, al parecer, en un mismo día.
Lo primero que llamó mi atención en la escena fue la actitud
del personaje de Santa Anna, un hombre ya de edad que se hace llamar “Su Alteza
Serenísima” y que decide que lo mejor para el país es derrocar al extranjero
francés que ahora ocupa el trono de México, pues si ha de haber un emperador
gobernando las tierras mexicanas, este debe ser precisamente mexicano, ¿y quién
mejor que él? Además, en la primera escena aparece este mismo personaje
redactando sus “memorias” a Jiménez, lo curioso es que, a la manera de La noche de Hernán Cortés de Vicente
Leñero, Santa Anna hace pausas en su dictado para que su secretario le recuerde
lo que le debe dictar. Así, se pone en duda y se parodia la verdad que las
crónicas predican, pues son a fin de cuentas hechos históricos narrados desde
una sola perspectiva, y en este caso, a conveniencia del protagonista (o sea de
Don Antonio). El ejemplo más notorio, y que encima resultó ser el momento de
mayor comicidad en la obra, fue cuando Don Antonio le narra a Jiménez cómo, en
cierta batalla, una bala atravesó su corazón hiriéndolo de muerte; sin embargo,
Lola y el secretario lo hacen reparar en su error, y para corregirlo sin tener
que eliminar la funesta escena de su vida, decide que en sus memorias se haga
constar que al tercer día de haber fallecido por motivos de una bala en el
corazón, el gran Antonio de Padua López de Santa Anna, resucitó milagrosamente
para beneficio y regocijo del país.
Otro momento en la puesta en escena que fue de mi agrado fue
el rompimiento de la cuarta pared, en el momento en que Jiménez incita al
público a contestar las preguntas que en cierto momento le haría Don Antonio.
En ese momento la sala se vuelve parte de la escena, pues se supone que el
público pasa a formar parte de los personajes involucrados en la obra y el
espacio de representación o escenográfico se abre, abarcando también las
butacas donde se encuentran sentados los nuevos ministros del presidente (el
público). De hecho en esta obra se integran los dos tipos de relaciones que
Garcia Peinado identifica en su texto Cómo
se comenta una obra en la parte donde aborda justo el tema de la relación
sala/escena: la escena abierta y la escena cerrada. La segunda permanece hasta
que Jiménez interactúa con el público y rompe con la cuarta pared “abriendo la
escena”.
Con respecto a la representación, me parece que en general
estuvo bien realizada, excepto por algunos errores de dicción que cometió uno
de los personajes es varias ocasiones. De ahí en más la obra ofrece al
espectador un grato momento en el cual puede reírse y desestresarse un poco de
los ajetreos de la vida cotidiana.